Reconocimiento de impulsos suicidas en adolescentes a través del test de Rorschach


En relación a esto, observamos en las entrevistas que realizamos con las adolescentes de nuestra muestra, previas a la aplicación de las otras técnicas, que aparecen aceptadas fantasías de muerte, aunque eludiendo el matarse, por estar asociado al dolor. Incluso una de las integrantes manifestaba pensar que con depresión y dejándose estar, y
adelgazando, lograría la muerte.
Pareciera que al no haber posibilidades de encauzarla debido a la falta de ideales por la
denigración de los valores políticos, ni tampoco de expresarla debido a la represión que
caracteriza el momento evolutivo, la agresión se vuelca cada vez más tempranamente
hacia los demás o se vuelve preponderantemente contra sí mismo, en correspondencia
con los dinamismos subyacentes al incremento del potencial suicida, en el caso de que
exista también un medio familiar que lo propicie.
La violencia que han ejercido algunos de los padres de los suicidados, intentantes o con
ideas suicidas, en los casos en que se tienen datos sobre sus historias y que también
hemos encontrado en algunos de los casos de nuestra muestra, parece estar en relación
no sólo a lo agresivo, sino también a lo sexual.
La Dra. Elena Levin, en las Jornadas Universitarias sobre Comportamiento Suicida en
la Adolescencia, realizadas en la Universidad de Belgrano, en agosto de 1996 destacó la
importancia de observar sintomatología asociada, como insomnio, dificultades de
concentración, falta de interés, angustia y otros.
En este contexto, la escuela aparece como el lugar ideal para hacer prevención, dada la
alta concentración de adolescentes y también, la posibilidad de detección por parte de
los compañeros. El suicida, aunque por un lado guarda celosamente su secreto, por el
otro, transmite mensajes generalmente cifrados sobre ello, en una actitud ambivalente
de desafío y de indirecta recurrencia al auxilio de los otros.
Fue entonces que nos planteamos la investigación actual: Comportamiento suicida
adolescente: detección y análisis de los principales factores de riesgo. Su objetivo:
investigar las posibles conductas suicidas y autodestructivas de los adolescentes. La
población con la que trabajamos en esta ocasión está integrada por adolescentes de
ambos sexos que concurren a diversos años de una escuela capitalina de Enseñanza
Media (EMEM Nº 5) y también por estudiantes universitarios de distintas Facultades
que asisten al Servicio de Salud de la Universidad de Buenos Aires para su revisación
médica obligatoria.
En este trabajo conjunto, en un primer momento, la Cátedra de la Prof. Casullo
administró colectivamente pruebas objetivas específicamente ligadas al tema de la
investigación (MAST e ISO) a la población mencionada. Las pruebas objetivas, en el
caso de estar relacionadas también con la posibilidad de actuación del comportamiento
suicida que detectan, tienen, en ese sentido, la posibilidad de la administración colectiva
y, por consiguiente, de la discriminación masiva de poblaciones o edades en riesgo. El
Psicodiagnóstico de Rorschach, a su vez, determina con gran eficacia cuándo el
potencial suicida es peligroso por su magnitud con respecto a lo esperable y, además, pronostica la posibilidad de llevarlo al acto. De acuerdo a los resultados obtenidos, se dividió la muestra entre los de puntaje alto, moderado y bajo.
Otro resultado permitió corroborar que no existe casi disimilitud entre las medias de
altos y moderados aplicando la ESPA (14,47 a 14,18, respectivamente que asciende a
15,73 y 15,81 si se incluyen los signos suplementarios). De acuerdo a esto, se decidió
unificar ambas poblaciones llamándolas en adelante AM (N = 80 con la Media igual
ahora a 14,32 o, en su defecto, 15,77 incluyendo los suplementarios) a fin de
confrontarlas con los bajos cuya Media es de 12,40 ó 14,04 con los suplementarios.
Se entrevistó luego a todos los integrantes de las muestras obtenidas y se les administró
también individualmente el Psicodiagnóstico de Rorschach y el Test de las Pirámides
Coloridas, de Pfister, evaluándolos a cada uno del mismo modo individual.
De la comparación realizada con las poblaciones resultantes, si bien las diferencias no
llegan a tener un nivel distintivo de discriminación, tal como se dio en la E.S.P.A. entre
suicidados y no pacientes, surge que, por un lado, las medias de AM y bajos difieren
entre las dos (14,32 a 12,40 ó 15,77 a 14,04 sumando los signos suplementarios), y por
el otro, resulta, de cualquier modo, más elevada en los altos más moderados que en los
bajos.
Sin embargo, ninguna de las dos Medias alcanza el nivel de la de suicidados de adultos
(20). Esto, por otra parte es bastante lógico, ya que en ninguna de las poblaciones se
habían producido afortunadamente concreción de suicidios (como en la población que
dio origen a la E.S.P.A.) ni tampoco se conocieron posteriores derivaciones fatales entre
los integrantes de las muestras.
Otro hecho a destacar es que sólo el 4,76% de los bajos supera el número significativo
para adultos de 20 signos (ó 7,14% si incluimos los signos suplementarios), En cambio,
entre los AM, el 15,78% (ó el 19,73% incluyendo los suplementarios) los supera. Esto
corrobora una vez más el valor discriminatorio de la ESPA y de las pruebas objetivas y
su evidente utilidad para grandes despistajes. Aunque también hay que tener en cuenta
que posibles suicidados pueden provenir de ambas poblaciones, dada la siempre relativa
eficacia del valor de predicción en las conductas humanas, máxime si se tiene realmente
en cuenta la importancia de las particulares series complementarias a tales efectos.
Sin embargo, el hecho de que las medias de ambas poblaciones difieran también de la
encontrada en la población de no pacientes, siendo mucho más altas, demostraría que la
adolescencia es una población de alto riesgo a partir de su relación con la crisis
evolutiva y con aspectos sociales que los diferencian, y que habría que profundizar.
Esto permite contribuir a la necesidad de considerarla especialmente como proclive a
realizar acciones preventivas sobre ella a través de grupos de reflexión de adolescentes, padres, profesores y otro personal docente o de apoyo de las escuelas y otras
instituciones a las que concurran.
También estos resultados obtenidos es lo que nos ha llevado a comenzar otra
investigación en la que intentamos evaluar en qué edad o edades se da la mayor
incidencia de los signos, a fin de centrar en ellas las tareas y esfuerzos preventivos.
Las estadísticas también indican que adolescentes con riesgo suicida se encuentran entre aquéllos que, entre otras situaciones:
– han sufrido la pérdida de personas significativas y/o de su afecto
– poseen estructuras familiares con patrones de comunicación distorsionados: por
ejemplo, doble mensaje o inducción de culpa directa o indirecta
– no han aprendido a afrontar sus problemas como consecuencia de haber sido
sobreprotegidos (no se defienden porque otros lo hacen por ellos)
– han sido afectados por estresores negativos que actuaron como precipitantes de
comportamiento suicida: desintegración familiar, maltrato, mudanzas, enfermedad de
sus padres o de ellos mismos, problemas escolares o, entre otros, desocupación de
miembros de su familia o personal (en los casos de niños que trabajan), además de
muchos otros.
Algunos de los síntomas (The New York Times Syndicate, 1999), que presentan son:
– ira intensa, ataques de furia o pataletas, acompañados de irritabilidad e impulsividad
extremas
– estados de ansiedad
– baja tolerancia a la frustración
– quejas de sí mismo
– manifestaciones de sensación de desamparo y/o soledad, frecuentemente acentuadas
por sentirse aislados de familiares y amigos, agravadas por encontrarse realmente, en
algunos casos, sin adultos disponibles
– expresión de pensamientos de desesperanza
– referencias verbales acerca de la muerte
– conductas de destrucción y/o desprendimiento de sus objetos más queridos o de mayor valor
– cambios abruptos del comportamiento y de los estados de ánimo en general y
particularmente en la escuela, tornándose alegres e hiperactivos después de un período de depresión.
– identificación con ídolos que han muerto recientemente (por suicidio u otras causas).
Preponderan, en definitiva, los síntomas de sentimientos de desesperanza, de
aislamiento, centrándose su comunicación especialmente en el tema de la muerte.
A su vez, hay en Internet valiosa información que con fines preventivos se difunde
sobre algunos mitos que deben desmentirse en referencia a esta temática:
– que los que hablan sobre el suicidio generalmente no lo concretan, ya que muchas
veces esto implica un último y desesperado pedido de ayuda especializada, antes de
llevarlo a la práctica. Confirmando esto, Andrés, varón de 18 años perteneciente a la
población de consultantes de nuestra población (20 signos más dos suplementarios)
manifiesta miedo que lo abandonen y su intención de suicidarse y posteriormente intentó tirarse de una terraza.
– que siempre sea sólo un intento por llamar la atención, ya que frecuentemente el
suicidio se puede constituir en un erróneo medio imaginario para eliminar el dolor,
fantaseándose con que la vida va a continuar después de suicidarse.
– que en todos los casos la responsabilidad recaiga exclusivamente en los padres, ya que
a menudo éstos son, a su vez, débiles y vulnerables y hacen lo que está a su alcance.
Algunos son violentos, pero otros, altamente permisivos. Acá agregaríamos la
importancia de tener en cuenta las series complementarias de Freud.
– que el hablar de suicidio en la familia implique necesariamente que el niño piense
especialmente en ello, si no tiene síntomas concomitantes.
– que a esta edad no sepan autoeliminarse, ya que la televisión provee continuamente de
modelos de medios para lo que creen solucionará sus problemas, además de brindar
presuntos significados, algunos de ellos hasta atractivos, de la muerte.
– que sólo se suicidan o lo intentan los mentalmente perturbados, porque también lo
hacen los altamente presionados, tensionados y exigidos.
– que el consumo de sustancias y conductas impulsivas sean válvulas de escape que
reduzcan las posibilidades de suicidio, siendo que, a menudo, las acentúan
– que por contemplar la idea o intentar en algún momento suicidarse deba considerarse a
alguien por siempre como presunto suicida, ya que los que han recibido una ayuda
adecuada pueden revertir el proceso, a lo que añadiríamos, sobre todo si su pronóstico
terapéutico era positivo de acuerdo al psicodiagnóstico inicial, más aún si en éste se ha
incluido la administración de Rorschach.
Sucede también a menudo que suelen experimentar una aparente y engañosa mejoría en
sus tratamientos en el momento de haber tomado justamente una decisión suicida que
los tranquiliza y que puede inducir a creer que ya han superado la crisis,
interrumpiéndose la psicoterapia, cuando en realidad precisamente más se necesita
continuarla y por un tiempo todavía prolongado.
En relación a esto, recientemente ha aparecido en Internet una información de la
American Psychiatric Association sobre Suicidio Adolescente que parece tener esa
finalidad, ya que incluye consejos para adolescentes, modos de identificar lo que les
pasa a ellos y a sus padres y qué hacer en caso de estar en esa situación, ejemplo que,
sin duda, habría que imitar en nuestro medio.