Los términos epistémicos

Causa y ocasión

En cuanto a la «especulación», en Más allá del principio de placer Freud explica que es el intento de llenar los eslabones faltantes en la cadena de la observación; falta entonces la posibilidad de verificar, y ahí surge el riesgo de extraviarse. Una especulación teórica será una que busque explicaciones para el fenómeno. Explicar, en el texto Freudiano, es explicar por las causas {Ursachen}. Hemos puesto cuidado en traducir «causa» y «causación» {Verursachung} únicamente cuando el texto lo dice. La aclaración interesa, porque en otras versiones (López-Ballesteros, Strachey) este esencial aspecto del problema epistémico resulta velado.

Si se piensa que la realidad está formada por series u órdenes del ser, la «causa» de un fenómeno vendrá del nivel anterior, genéticamente. Recuérdese que el mecanicismo es explicación por las causas eficientes. Por ejemplo, las pulsiones serán el punto de arranque del proceso de causación para lo psíquico. Lo mismo ocurrirá respecto del orden inferior, el de la vida. En El yo y el ello se lee un enunciado tautológico: «La génesis de la vida sería, entonces, la causa de su continuación». En nuestro capítulo final veremos el significado de las explicaciones tautológicas.

Lo más frecuente es que Freud hable de «ocasión» (Anlass) y «ocasionamiento» (Veranlassung). Detengámonos en esto. En Los orígenes del psicoanálisis (AdA, pág. 428) expresa que la compulsión (Zwang) histérica «se soluciona cuando es esclarecida» (aufgeklärt); y explícita así esta última expresión: significa «hacer comprensible» (verstándlich machen). Ahora bien, explicar tiene que ver con las causas; esclarecer, más bien con la ocasión. Mejor dicho, esclarecer es mostrar un proceso direccional en que la ocasión misma se entrama. Léase bajo esa luz un pasaje de La interpretación de los sueños: «Aun allí donde la investigación permite reconocer en lo psíquico la ocasión primaria de un fenómeno, un estudio más profundo sabrá descubrir, en cada caso, la continuación del camino que lleva hasta la fundamentación orgánica de lo psíquico. Pero donde lo psíquico haya de resultar, para el estado actual de nuestro conocimiento, la estación final, será preciso admitirlo» (GW, 2-3, pág. 45).

Dos tesis, o, mejor, dos intuiciones fundamentales o dos supuestos se leen en filigrana en ese párrafo. En primer lugar, el universo forma una trama única de determinación (monismo). Es el determinismo universal, invocado por Freud como argumento a contrarío para fundamentar su teoría de las operaciones fallidas. En segundo lugar, la idea -que expusimos antes- de la causalidad productora. Se ha dicho que en su estudio sobre las afasias Freud inicia un abordaje funcional. Dentro de una interpretación neokantiana, se entendería que abandonó la categoría de «sustancia». Pero no parece; más bien, habrá variado su concepción de la sustancia al desestimar la teoría de la localización anatómica. Hasta en sus últimos escritos mantiene esta concepción de una causalidad productora. Finalmente, téngase en cuenta que «causa» y «ocasión», nivel explicativo y nivel del esclarecimiento, son relativos a cada ámbito de estudio.

Conjeturaríamos que esa doble dimensión de causalidad y ocasionamiento mantiene algún nexo con aquella otra perspectiva básica, la de filogénesis y ontogénesis. Por eso pusimos cuidado en distinguir también otro par de términos que se relacionan, en otro orden, con la misma dualidad. Son «excitación» (Erregung) e «incitación» (Anregung). Su uso diferenciado se advierte mejor en las Conferencias de introducción al psicoanálisis, a raíz de la exposición sobre los sueños. «Incitación» se refiere más a lo actual, contingente, y «excitación» a un nivel interno del aparato psíquico que podría asimilarse a un proceso causal. De esta manera, el deseo preconciente, resto diurno, incita el sueño; sólo el deseo inconciente lo excita.

Reinsertemos causa y ocasión, lo virtual y lo actual, en aquella ley biogenética que Freud enuncia en Más allá del principio de placer: «El germen de un animal vivo está precisado a repetir {Wiederbolen} las estructuras de todas las formas de que el animal desciende». Es la explicación histórico-genética. Hay, pues, una dualidad inherente a lo orgánico: un proceso actual es, al mismo tiempo, un proceso del pasado. Quizá desde aquí podemos internarnos en un modelo conceptual implícito: lo actual supone una potencia del pasado infantil; y lo actual infantil, a su vez, remite a lo potencial filogenético.

Dentro de este engarce acaso se ilumine una categoría sumamente importante, desarrollada sobre todo en «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (el caso «Dora»). Nos referimos a Entgegenkommung, que suele traducirse por «complacencia». Lo hemos trocado por «solicitación», admisible idiomáticamente y más ajustado en lo conceptual. Parece haber una dialéctica de «solicitación» de fuerzas, en que la solicitante encuentra su campo de despliegue en la solicitada, y recíprocamente. Suma importancia tiene una versión acertada del término, pues se trata de la concepción Freudiana de los vínculos entre lo somático y lo anímico. Ahora bien, en ciertos textos parece que el modo de unificación de las fuerzas en juego es concebido por Freud como una «transacción»: el sueño mismo es transacción entre los dos sistemas psíquicos. Entgegenkommung suele presentarse en algunos pasajes precediendo a la noción de «censura», luego de cuya intervención se produce aquella transacción. Por eso entendimos que el vocablo era polisémico, y empleamos ambas versiones. Ello nos permitió destacarlo en los muy diversos contextos en que aparece. Dos ejemplos; en La interpretación de los sueños: «Puede ocurrir que un deseo inconciente se ponga en movimiento y busque trasferirse sin transacción alguna {ohne Entgegenkommen} a los restos psíquicos no investidos por el preconciente» (GW, 2-3, pág. 600). Y en Psicología de las masas y análisis del yo: «La necesidad de la masa solicita {entgegenkommen} un conductor … » (GW, 13, pág. 86). Así estamos frente a otra dualidad, no ya entre lo actual Y lo potencial, sino dentro mismo de lo actual: lo somático y lo psíquico se presentan como dos fuerzas que se solicitan para formar una unidad, que, en el síntoma y el sueño, puede calificarse, según veremos, de «unidad falsa» o «descentrada».