Características del tratamiento con antipsicóticos


  El tipo de preparación farmacéutica (forma, color, tamaño) se seleccionará teniendo en cuenta la actitud favorable o desfavorable hacia la medicación. La resistencia a la medicación debe analizarse para establecer si proviene de una negación de la enfermedad por parte del enfermo y/o de los familiares responsables. En algunos casos será necesario recurrir a los neurolépticos de acción prolongada.

  La resistencia a la medicación no siempre se manifiesta abiertamente: a veces el enfermo, sumiso en apariencia, recurre al ardid de colocar el comprimido entre el carrillo y la mejilla para no ingerirlo. Si el hecho se descubre, o si el médico prevé la posibilidad de que suceda, se deberán prescribir gotas y aconsejar que sean mezcladas con agua tomada en presencia de quien sea responsable de la administración de la medicación.

  Al igual que en el tratamiento psicoterapéutico, en el psicofarmacológico resulta difícil establecer desde un comienzo cuáles serán sus modalidades. Las modificaciones no claramente explicitadas en lo que se refiere a aumento o disminución de dosis, cambios de preparados comerciales, etc., pueden desencadenar descompensaciones. Sin embargo, el encuadre debe ser suficientemente plástico, evitando la rigidez. De esta forma se pueden efectuar correcciones y cambios de dosificación, que en general se harán en plazos largos y de manera gradual.

  La reducción de la dosificación apunta a utilizar dosis bajas una vez superada la crisis aguda y a conseguir una «dosis efectiva mínima» durante un tiempo prolongado.

  Así, por ejemplo, el haloperidol, cuya vida media es de 12 a 38 horas, alcanza su equilibrio plasmático entre el sexto y el séptimo días de tratamiento. Dado que no tiene metabolitos, la respuesta clínica puede correlacionarse bastante bien con las concentraciones plasmáticas (8-15 mg/ml con una dosificación de 10~20 mg/día).

La duración del tratamiento con neurolépticos se fijará de forma aproximada al instituirlo. Cualquier modificación que se realice deberá ser gradual. Si después de una reducción de la dosis se observa un recrudecimiento de la sintomatología, se volverá a la dosis inmediatamente anterior.

  El tipo de preparación farmacéutica (forma, color, tamaño) se seleccionará teniendo en cuenta la actitud favorable o desfavorable hacia la medicación. La resistencia a la medicación debe analizarse para establecer si proviene de una negación de la enfermedad por parte del enfermo y/o de los familiares responsables. En algunos casos será necesario recurrir a los neurolépticos de acción prolongada.

  La resistencia a la medicación no siempre se manifiesta abiertamente: a veces el enfermo, sumiso en apariencia, recurre al ardid de colocar el comprimido entre el carrillo y la mejilla para no ingerirlo. Si el hecho se descubre, o si el médico prevé la posibilidad de que suceda, se deberán prescribir gotas y aconsejar que sean mezcladas con agua tomada en presencia de quien sea responsable de la administración de la medicación.

  Al igual que en el tratamiento psicoterapéutico, en el psicofarmacológico resulta difícil establecer desde un comienzo cuáles serán sus modalidades. Las modificaciones no claramente explicitadas en lo que se refiere a aumento o disminución de dosis, cambios de preparados comerciales, etc., pueden desencadenar descompensaciones. Sin embargo, el encuadre debe ser suficientemente plástico, evitando la rigidez. De esta forma se pueden efectuar correcciones y cambios de dosificación, que en general se harán en plazos largos y de manera gradual.

  La reducción de la dosificación apunta a utilizar dosis bajas una vez superada la crisis aguda y a conseguir una «dosis efectiva mínima» durante un tiempo prolongado.

  Así, por ejemplo, el haloperidol, cuya vida media es de 12 a 38 horas, alcanza su equilibrio plasmático entre el sexto y el séptimo días de tratamiento. Dado que no tiene metabolitos, la respuesta clínica puede correlacionarse bastante bien con las concentraciones plasmáticas (8-15 mg/ml con una dosificación de 10~20 mg/día).

La duración del tratamiento con neurolépticos se fijará de forma aproximada al instituirlo. Cualquier modificación que se realice deberá ser gradual. Si después de una reducción de la dosis se observa un recrudecimiento de la sintomatología, se volverá a la dosis inmediatamente anterior.

Cuadro 34. Recomendaciones terapéuticas durante la fase de mantenimiento con antipsicóticos
psicofarmacología


La reducción de la dosificación puede realizarse de diferentes formas, que se indican a continuación; todas ellas tienden a que los síntomas secundarios sean mínimos y a evitar la disquinesia tardía.

a) Reducción semanal: Consiste en disminuir un porcentaje de la dosificación de forma semanal, hasta encontrar la dosis efectiva mínima.

b) Reducción por dosificación intermitente: Consiste en suspender la medicación un mes de cada dos, o bien durante los fines de semana.

c) Reducción utilizando un «período de vacaciones medicamentoso». Consiste en utilizar las vacaciones como mes libre de psicofármacos. En una relación transferencial positiva, la toma del medicamento puede significar para el paciente un sustituto oral del terapeuta y obrar así, en el período de vacaciones, como elemento de contención. Por lo tanto, antes de recurrir a esta forma de reducción deberán evaluarse las características del enfermo.

  De hecho, en la práctica el tratamiento prolongado con neurolépticos no tiene otro objetivo que impedir la aparición de crisis agudas (descompensaciones, rebrotes, etc.) o bien atenuar los síntomas cronificados y «considerados», como inherentes a la enfermedad. Lamentablemente, pese a los numerosos estudios realizados, no se ha podido demostrar de forma categórica la eficacia profiláctica de la medicación neuroléptica. Estos resultados discordantes se deben a que los diferentes autores toman diferentes variables que muchas veces resulta difícil evaluar simultáneamente: psicoterapia, dosis mínima o máxima efectiva, otros tipos de contención referidos a la reinserción sociofamiliar del enfermo (laborterapia, musicoterapia, etc.) y que constituyen medidas que «mejoran al enfermo». El concepto de que las descompensaciones o «brotes» esquizofrénicos de más de un año de duración o las formas crónicas deben medicarse de por vida está en revisión.

  Quizá la mejor forma de decidir acerca de la duración de un tratamiento psicofarmacológico siga siendo aquella que se basa en la observación del enfermo y en la evaluación de sus antecedentes clínicos.

  La agresividad, las tendencias suicidas u homicidas, la regresión provocadas por las crisis serán los índices para planificar la dosificación, duración y suspensión de la medicación administrada. Además, deberán tomarse en cuenta las ventajas y desventajas (efectos secundarios) de un tratamiento prolongado. Las ventajas de cubrir con neurolépticos cualquier eventualidad de descompensación quedan desdibujadas por las desventajas de la medicación a largo plazo.