Cultura, violencia y enamoramiento: perspectivas del noviazgo desde los jóvenes bachilleres (CAPÍTULO II)

Sabemos que durante siglos, la definición de cultura se ha tratado de construir desde diferentes perspectivas y que son ríos de tinta a los que uno se enfrenta cuando intenta abordar una noción tan compleja y debatida. Si bien desde una lógica de ‘sentido común’ podemos pensar que todo es cultura, es necesario conceptualizarla para tener mayores claridades. Buscando avanzar en esta línea, con una definición de cultura como concepto clave en nuestro trabajo, nos resulta necesario identificar cómo dar cuenta operativamente para un análisis de los significados culturales de un grupo. En pocas palabras, la pregunta sería ¿cómo objetivar aquellos sentidos y significados construidos por los sujetos jóvenes sobre la violencia en las relaciones de noviazgo? Ante esta pregunta, el sociólogo inglés, John B. Thompson, y la teoría de Bourdieu, parecen iluminarnos el camino: “Por una parte los significados culturales se objetivan en forma de artefactos o comportamientos observables, llamados también “formas culturales” (John B. Thompson 1998: 202 y ss.), por ejemplo, obras de arte, ritos, danzas…; y por otra se interiorizan en forma de “habitus”, de esquemas cognitivos o de representaciones sociales. En el primer caso tenemos lo que Bourdieu (1985: 86 ss.) llamaba “simbolismo objetivado” y otros “cultura pública”, mientras que en el último caso tenemos las “formas interiorizadas” o “incorporadas” de la cultura” (Martín Barbero, J. 2003)
Acorde a esta cita, podría plantearse que los elementos culturales conseguirían ser comprendidos desde una perspectiva objetiva, observable; y por otro lado, son posibles de ser entendidos como sentidos y prácticas interiorizadas, de naturaleza cognitiva, mental y representacional. Para complementar y poner en diálogo esta naturaleza objetiva y subjetiva con la esfera de la sociedad y sus prácticas, esto es, desde una perspectiva aún más englobante, Gilberto Giménez Montiel en su libro Teoría y análisis de la cultura (2005) plantea, en referencia a los aportes de Thompson, que:
Es posible asignar un campo específico y relativamente autónomo a la cultura, entendida como una dimensión de la vida social, si la definimos por referencia a los procesos simbólicos de la sociedad (…) debe añadirse de inmediato que la cultura definida en este nivel de abstracción se particulariza y pluraliza en lo que Sewell denomina “mundos culturales concretos” es decir, en ámbitos específicos y bien delimitados de creencias, valores y prácticas (Thompson, J. 1998:197 citado en Giménez Montiel, G. 2005:30)
Al concebirse así la cultura como una dimensión intrínseca de la vida en sociedad, ligada a actualización de hechos simbólicos que se organizan socialmente como pautas de significados que se transmiten históricamente y se materializan en formas, experiencias y concepciones y creencias, podemos comprender que la cultura puede plantearse como modelos, pautas y prácticas, sentidos construidos. Dichos esquemas y representaciones son interiorizados por los sujetos de manera consciente o incluso inconscientemente. Por lo tanto, pueden ser observables en el conocimiento del mundo, en las relaciones, vínculos e interacciones cuyo sustento implícito son los significados o sentidos incorporados.
Nos es necesario trabajar con un concepto de cultura que sitúe a los sujetos en su mundo de vida. Desde tal entorno, podemos considerar que ése es el lugar donde cada sujeto está ubicado, puesto que allí consume, incorpora y reproduce cultura y las dimensiones culturales a las que pertenece. De esta manera, nos acercarnos al concepto de matrices culturales de Martín Barbero, quien plantea este aparato teórico-metodológico enfocándose en la comunicación de masas, para identificar productos televisivos. Si bien la presente investigación no está enfocada a eso, el concepto de matrices culturales nos resulta operativo y lo adaptamos para construir una aproximación y un anclaje teórico.
Al retomar la idea de matriz, como cruce de imágenes de naturaleza heterogénea, de patrones habilitantes al registro de sentidos sociales construidos históricamente (Cruces, F. 2008), comprendemos que es posible (re)construir determinados moldes generativos de sentidos, muchas veces preestablecidos, que enmarcan a una sociedad a partir de la cultura. Estos moldes son los que nos permitirían comprender aquellas imágenes, expectativas y deseos que conjugan los jóvenes a la hora de proyectar y construir relaciones de noviazgo desde la formulación de discursos. Por otra parte, las matrices nos habilitarían a comprender qué filiaciones, tensiones y nudos de naturaleza heterogénea se producen entre la esfera de la violencia, el enamoramiento y las relaciones de pareja.