Cultura, violencia y enamoramiento: perspectivas del noviazgo desde los jóvenes bachilleres (CAPÍTULO II)

Cultura, violencia y enamoramiento – Cap. II

Cultura, violencia y enamoramiento: perspectivas del noviazgo desde los jóvenes bachilleres

Lic. Karla Berenice Ramírez Morán

Fuente: Instituto tecnológico y de estudios superiores de occidente

CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL

2.1 LA CULTURA COMO CONJUNTO DE SIGNIFICADOS QUE DAN SENTIDO

La cultura no es abstracta: es material y cotidiana.
Se incorpora, se lleva en el cuerpo;
es, ante todo un dispositivo de autorreconocimiento:
Sirve para verse y dejarse ver.
Jesús Martín Barbero


Vivir no es sólo una actividad, sino una construcción, una suma de elementos que se interiorizan conforme el paso de los años. Vivir es asumir acciones que se van aprendiendo y fortaleciendo por las redes sociales que nos rodean. Teniendo claro esto, podemos decir que los sujetos interiorizamos las formas de hacer la vida, desde el contexto al que estamos vinculados. Siguiendo a Jesús Martín Barbero,6 podemos identificar que el concepto de cultura -y la forma de ser entendido- ha pasado por procesos de construcción y de reformulación a lo largo los años de críticas e investigaciones a los que ha sido sometido.
Veamos una formulación que consideramos relevante reconocer. La propuesta es fruto de las investigaciones generadas a mediados del siglo XX, desde la antropología americana. Desde este enfoque, la cultura es vista como una matriz preponderante que se materializa mediante los llamados modelos de comportamiento. Este concepto es desarrollado por Clifford Geertz (1992). Asimismo, para el autor en cuestión, la cultura puede ser comprendida desde una concepción simbólica y, por lo tanto, la propuesta habilita a abordar la noción a partir de pautas de significado compartidas y aprendidas.
Ahora bien, ¿cómo dar cuenta de los sentidos construidos mediante las pautas y modelos de comportamiento? Para responder a esta pregunta, Strauss y Quin comentan que “no todos los significados pueden llamarse culturales, sino sólo aquellos que son compartidos y relativamente duraderos, ya sea a nivel individual, ya sea a nivel histórico, es decir, en términos generacionales.” (1997: 89). En otras palabras, la socialización y la durabilidad de los significados a través del tiempo y las generaciones parecen ser los factores centrales a la hora de definir ‘la cultura’.
En esta línea, Martín Barbero menciona que “de estos significados compartidos puede revestir también una gran fuerza motivacional y emotiva. Además, frecuentemente tienden a desbordar un contexto particular para difundirse a contextos más amplios. A esto se le llama “tematicidad” de la cultura” Como vemos, el autor, al igual que los antropólogos americanos menciona que para que los significados que se presentan en una sociedad sean culturales, es necesario tener en cuenta que éstos tendrán que ser compartidos y duraderos. Y refuerza la conceptualización ya que, al ser significados compartidos, se da cuenta de una fuerza que motiva a los sujetos a socializar tales sentidos construidos. Para generar una mayor claridad sobre lo expresado sólo tenemos que mirar nuestro contexto e identificar cómo en todo se encuentra un conjunto de significados, imágenes y símbolos que compartimos dentro de nuestros núcleos, instituciones, relaciones, medios, ideologías. A todo esto, podemos llamarle entorno cultural (Martín Barbero, J. 2003) La articulación de estas nociones, entonces, es lo que nos permite construir una referencia a la hora de mencionar qué entendemos por cultura.